De: Alexis Gonzalez
El 5 de septiembre, Juan Acosta descansaba en su apartamento del segundo piso de Stone Manor, en el noroeste de Dallas, junto a su hermano mayor y su perro, cuando un ruido inesperado lo alertó desde la calle. Pensó que eran los niños del vecindario jugando, pero el ruido se hizo más fuerte hasta convertirse en golpes.
El olor a humo hizo que Acosta saliera al pasillo para mirar por la ventana y fue entonces cuando vio las llamas: un incendio de tres alarmas arrasaba el complejo. Su primer instinto fue tomar a su perro, Polo, y despertar a su hermano.
Los tres se encerraron en la habitación de Acosta para escapar de las llamas. De inmediato, pensó en cómo podrían escapar por la ventana. Cogió su aeropatín e intentó romper el cristal golpeándolo sin éxito mientras el fuego avanzaba rápidamente. Con todas sus fuerzas, Acosta logró romper el cristal de un puñetazo.
Su hermano cogió un colchón y lo lanzó por la ventana para amortiguar la caída en el suelo. Mientras pedían ayuda a gritos, un vecino apareció y colocó el colchón en el suelo. Primero, Acosta lanzó a Polo por la ventana y el vecino de abajo lo atrapó sano y salvo. Después, saltó su hermano y, finalmente, él mismo.
Al llegar al suelo, Acosta notó que le sangraba la mano y el brazo. Se había herido el puño al romper la ventana y, al saltar, los cristales le habían causado cortes en el brazo.
«El miedo estaba ahí, pero teníamos que hacerlo, costara lo que costara», dijo Acosta.
Como sus lesiones requerían atención hospitalaria, se lo llevaron de inmediato. Su madre se alarmó al recibir la llamada con la noticia. Ambos padres estaban en el trabajo cuando sus vecinos los llamaron para informarles que un incendio en el complejo de apartamentos había alcanzado su vivienda.
«Salí rápido para buscar dónde estaban mis hijos», dijo la señora Acosta. «Solo pensaba en mis hijos y en su bienestar».
Acosta recibió varios puntos de sutura debido a sus lesiones. Tras ser dado de alta, él y el resto de su familia desplazada, pasaron la noche en casa de su primo. Al día siguiente, la familia Acosta acudió al refugio que la Cruz Roja Americana había habilitado para ofrecer alojamiento seguro y asistencia inmediata a los residentes afectados por el incendio.
«Gracias por atendernos y por su compasión», expresó la señora Acosta. «Las cosas van y vienen, pero nuestra vida es lo que más importa»
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