Por Brad Kieserman, vicepresidente de Logística y Operaciones de Desastre de la Cruz Roja Americana
Imagine despertar en su pequeña casa o remolque y sentir que hace 106 grados. La humedad es tan intensa que su cuerpo se siente pesado y pegajoso. Aún no ha vuelto la electricidad, por lo que no hay aire acondicionado. Sus vecinos están en la misma situación, así que no puede ir a pedir ayuda a la casa de al lado. La calle en la que vive tiene agua estancada debido a la inundación; el vecindario huele a moho y putrefacción, dificultando aún más la respiración.
Quizás tenga un problema cardíaco, diabetes, asma o dificultades para moverse. Estas condiciones son muy difíciles de soportar para usted. Busca consuelo en su viejo y leal perro, pero él también está sufriendo, tirado en el suelo, desganado; no hay nada que pueda hacer por él, y eso le rompe el corazón. Usted y su perro tienen hambre y sed, pero no pueden salir; y aunque pudieran, todas las tiendas están cerradas porque tampoco tienen electricidad. Peor aún, está perdiendo la esperanza porque ya lleva tres días así y nadie puede decirle cuándo va a mejorar la situación, o si va a mejorar.
O tal vez se encuentre en un edificio de viviendas para personas mayores y esté atrapado en una caja caliente porque los ascensores y el aire acondicionado no funcionan debido a la falta de electricidad. Estuvo recibiendo noticias a través de su teléfono hasta anoche, cuando se quedó sin batería. Tiene un calor insoportable, está triste, tiene miedo, hambre, sed y desesperanza.
Bienvenido a Houston, bienvenido a Galveston, bienvenido a Matagorda, bienvenido a una docena de condados en el este de Texas; y gracias, huracán Beryl, por hacerme a mí, a mi perro y a mis vecinos tan miserables y enfermos.
Para unas 5,000 personas es todavía mucho peor. Se despiertan en un hogar inundado por aguas negras: aguas contaminadas con residuos, desagües pluviales y escombros. El olor es sofocante, como si alguien le golpeara en la garganta. Y sólo una pulgada de esto en un remolque ha destruido efectivamente su hogar.
Un árbol ha caído atravesando su techo y su carro, haciendo difícil o imposible ir a cualquier lugar para obtener ayuda. El tejado ha desaparecido, las ventanas están destrozadas y, si tiene paneles de yeso, están empapados y habrá que derribarlos y sustituirlos por completo. Sus muebles están destruidos. Arreglar y reemplazar todo esto le costará una suma de dinero que simplemente no tiene. Se siente desesperado y físicamente enfermo.
Entonces uno de los 30 vehículos de respuesta a emergencias (ERV, por sus siglas en inglés) de la Cruz Roja llega a su vecindario con comida caliente, agua fría e información sobre lo que está ocurriendo. Les pregunta si es probable que vuelva la electricidad esta noche, y el voluntario de la Cruz Roja en el ERV le responde a través de la ventana de alimentación: "No lo sé, pero aquí hay un refugio de la Cruz Roja a sólo unos kilómetros de distancia" –señalando la aplicación Emergencia de la Cruz Roja en su teléfono– "con electricidad, aire acondicionado, comida, agua y un catre bastante cómodo". Usted le dice: "Gracias, pero ese es mi carro, el que tiene un árbol encima, así que no tengo forma de llegar allí". El voluntario de la Cruz Roja responde: "Creo que puedo ayudarle con eso, porque tenemos un acuerdo con Uber. Déjeme llamar a nuestra sede de operaciones para ver si puedo conseguirle un traslado". Pregunta: "¿Puedo llevar a mi perro?" El voluntario sonríe y dice: "Por supuesto, nos aseguraremos de poder ayudarlo a usted y a su perro".
O llaman a su puerta en el décimo piso de su edificio de viviendas para personas mayores, y es un voluntario de la Cruz Roja con un plato de comida caliente, una caja de alimentos básicos, una cantimplora con agua y una sonrisa tranquilizadora. Usted dice que se ha quedado sin insulina, y le responde: "No se preocupe, ahora mismo llamamos para pedirla".
O ha llegado a uno de los refugios abiertos de la Cruz Roja después de llamar al 1-800-RED CROSS. Allí está fresco, y ahora tiene un catre, bocadillos y agua. Un voluntario de los Servicios de Salud ante Desastres de la Cruz Roja se sienta a su lado y le dice: "Cuénteme lo que pasó". Enseguida tiene un nuevo par de anteojos, recargas para todos los medicamentos que tuvo que dejar atrás y un poco de esperanza de que tal vez Beryl no lo haya arruinado todo.
Esto es un asunto personal para mí. Tenía 10 años cuando el huracán Agnes azotó Wilkes-Barre, Pensilvania, en 1972, y destruyó el hogar de mis abuelos. Los primeros párrafos de este correo electrónico no son producto de mi imaginación desde un escritorio en Front Royal, Virginia. Lo viví. Durante el año siguiente, vi a mi abuelo morir a causa de ello. Aunque desde entonces he presenciado cientos de desastres, el primero no me ha abandonado nunca. Por lo tanto, mientras dispongamos de los recursos para aliviar ese tipo de sufrimiento humano, no vamos a permitir que vuelva a ocurrir. Nunca más.
USTED PUEDE AYUDAR Por favor, haga clic, envíe un mensaje de texto o llame para ayudar a las personas afectadas por el huracán Beryl en los Estados Unidos. Visite el sitio web redcross.org/cruz-roja/donar, llame al 1-800-RED CROSS (1-800-733-2767) o envíe un mensaje de texto con la palabra "BERYL" al 90999. Su donación permite a la Cruz Roja prepararse, responder y ayudar a las personas a recuperarse de este desastre.
Acerca de la Cruz Roja Americana
La Cruz Roja Americana alberga, alimenta y ofrece apoyo emocional a las víctimas de desastres, suministra alrededor del 40 % de la sangre en el país, enseña habilidades que salvan vidas, distribuye ayuda humanitaria internacional y apoya a los miembros de las fuerzas armadas y sus familias. La Cruz Roja es una organización sin fines de lucro que depende de los voluntarios y de la generosidad del pueblo estadounidense para cumplir su misión. Para obtener más información, visite redcross.org o CruzRojaAmericana.org, o síganos en las redes sociales.