Camila Gutiérrez (izquierda) y sus compañeros de la Cruz Roja en la feria «¡Vive tu Vida! ¡Levántate! ¡Muévete! Feria de salud y bienestar físico para el regreso a clases» del Concilio, compartiendo información de la Cruz Roja en español con la comunidad hispana de Dallas.
Por Teena Maliakal
Camila Gutiérrez, de Bogotá, Colombia, es una prueba viva de la dedicación de su familia a ayudar a los demás y de cómo esa dedicación trascendió continentes.
Sus padres, Fabio Gutiérrez y Ana Rivera, estaban profundamente comprometidos con la Cruz Roja Colombiana. Fabio comenzó a temprana edad con el objetivo de hacer amistades y ayudar a otras personas de su comunidad, pues él y su abuela vivían lejos del resto de la familia. Ana comenzó a los 20 años, cuando a su madre le diagnosticaron cáncer, lo que la motivó a aprender primeros auxilios. Aunque Ana soñaba con unirse al ejército, su estatura hizo que la rechazaran, lo que la impulsó a encontrar otra forma de servir. Los padres de Camila se conocieron a través de la Cruz Roja Colombiana, cuando Fabio se convirtió en instructor de Ana, y siguieron trabajando juntos.
Fabio pondría su experiencia al servicio de las personas afectadas por el Desastre de Armero, un acontecimiento catastrófico que siguió a la erupción de 1985 del Nevado del Ruiz, la cual desencadenó avalanchas de lodo que sepultaron el pueblo.
Mientras Fabio trabajaba, a la pareja le resultaba difícil mantenerse en contacto, pues el correo electrónico y los teléfonos no eran tan comunes. Peor aún, cada vez que Ana viajaba a Armero en transporte de la Cruz Roja para verlo, él iba de camino a Bogotá para reunirse con ella y descansar, así que terminaban sin coincidir.
Cuando por fin se veían, sus colegas no permitían que Ana lo interrumpiera porque necesitaba recuperar el sueño perdido durante turnos de 38 horas dedicados a la atención de desastres. A pesar de todo, la pareja acabó junta y dedicó su vida al voluntariado en la Cruz Roja. Convirtieron ese servicio en un asunto familiar al involucrar a su hija Camila.
La madre de Camila, Ana Vargas
El padre de Camila, Fabio Gutierrez
Camila no tuvo una infancia típica. Estaba rodeada de personas vinculadas a la Cruz Roja, desde sus padres hasta amistades de la familia. En lugar de jugar con otras niñas y otros niños de su edad, asistía con su familia a simulacros, capacitaciones y eventos de la Cruz Roja.
Como la primera niña del grupo local de la Cruz Roja, las amistades de sus padres la consentían. La hacían actuar como clienta durante los simulacros, pidiéndole que simulara estar angustiada y que se cubriera con sangre falsa. Al ver el servicio de sus padres a la comunidad y conocer de cerca el trabajo de la Cruz Roja, Camila se inspiró para dejar su propia huella como voluntaria de la Cruz Roja.
El único descanso que sus padres se tomaron del voluntariado con la Cruz Roja fue para dedicarse a su hermana menor, Mariana. Nació con escoliosis y, más tarde, se convirtió en una «Dama Gris» de la Cruz Roja. Posteriormente, Mariana fundó Talita Cumi, una organización dedicada a apoyar a niñas y niños con escoliosis, lo que le dio la oportunidad de seguir su pasión por ayudar a quienes enfrentan la misma afección que ella vivió.
Camila Gutiérrez pasó su infancia como miembro honorario de la Cruz Roja. Bajo la supervisión de sus padres, asistía a reuniones y colaboraba en simulacros de catástrofes.
Camila Gutiérrez enseña RCP solo con las manos en español a las familias en la feria de salud y bienestar físico para el regreso a clases ¡Vive tu Vida! ¡Levántate! ¡Muévete! de Concilio.
En conjunto, toda la familia de Camila está, de alguna manera, involucrada en una misión humanitaria. Fabio y Mariana están más en el frente operativo, mientras que Ana y Camila apoyan la logística. Recordando las dificultades de comunicación de aquellos primeros tiempos, Ana solicitó a una empresa de radiomensajeros (buscapersonas) la donación de equipos. Incluso el pastor alemán de la familia, Gero, busca a personas extraviadas en desastres como parte de un equipo de búsqueda y rescate (SAR, por sus siglas en inglés).
Camila se ofreció como voluntaria en la Cruz Roja Americana cuando su esposo se trasladó a Dallas, Texas. Disfruta de esta nueva experiencia, a pesar de extrañar a su familia y sus amistades en su país. Camila tiene claro dónde quiere estar, especialmente porque le interesa conocer cómo se compara la infraestructura de Estados Unidos con la de Colombia. Recuerda ocasiones en las que sus padres eran las primeras personas a quienes llamaban para brindar servicios ante desastres, debido a la limitada organización y la falta de personal.
Más que una tradición familiar, Camila siente que ayudar a otras personas es una bendición, una vocación que, como en sus padres, lleva en la sangre y en el alma. Como parte del Equipo de Acción ante Desastres de la Región del Norte de Texas, entiende que no es necesario ser personal de primera respuesta para apoyar a la Cruz Roja Americana.
Su trabajo se centra en cuatro áreas principales: colaborar con las estaciones de bomberos para apoyar a personas hispanohablantes, impartir capacitaciones de reanimación cardiopulmonar (RCP) solo con las manos y de Prepárese con la Cruz Roja para personas adultas, utilizar Prepárate con Pedro para educar a niñas y niños sobre seguridad contra incendios y promover iniciativas de la Cruz Roja como Activa tu Alarma y Servicios de Sangre. Uno de sus objetivos a futuro es participar en un despliegue para responder a un desastre.
Ha disfrutado su experiencia con la Cruz Roja por la manera en que cuidan de cada persona voluntaria. Después de responder a tres incendios en una semana, la Cruz Roja la hizo sentir protegida y valorada como voluntaria, tanto física como mentalmente.
«Mientras haga algo, ya sea con su tiempo, su dinero o lo que sea, marcará la diferencia».
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